Ocaso
Los dioses duermen todo el día y toda la
noche, solo despiertan al alba y al ocaso para pintar de infinitos
colores, nuestro universo visible y lograr cada vez una obra diferente,
para eso son dioses. Los hombres, seres insignificantes que pretenden
igualarlos, han intentado desde las primeras luces de su existencia
representar de todo modo posible estos maravillosos momentos y a fe que
algunos han logrado alguna imitación aceptable, sobre todo, los pintores
de quienes, incluso, se podría decir que se atrevieron a crearlos.
Desde el descubrimiento -muy reciente- de la fotografía en color, los humanos dispusieron de una herramienta que los acercaba un poco más al sueño inaccesible de igualar el arte divino. Claro, esto devino en un exceso de imágenes que remotamente simulaban la magnificencia del momento, más por la torpeza humana que por las limitaciones –que también las tiene- del instrumento. Una vez más solo algunos lograron aproximaciones y con la llegada de lo digital (photoshop) pudieron incluso intentar crearlos.
A pesar pues de la saturación de imágenes de atardeceres, es inevitable que cuando estés en medio de uno armado de una cámara, no la dispares.
Desde el descubrimiento -muy reciente- de la fotografía en color, los humanos dispusieron de una herramienta que los acercaba un poco más al sueño inaccesible de igualar el arte divino. Claro, esto devino en un exceso de imágenes que remotamente simulaban la magnificencia del momento, más por la torpeza humana que por las limitaciones –que también las tiene- del instrumento. Una vez más solo algunos lograron aproximaciones y con la llegada de lo digital (photoshop) pudieron incluso intentar crearlos.
A pesar pues de la saturación de imágenes de atardeceres, es inevitable que cuando estés en medio de uno armado de una cámara, no la dispares.
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