sábado, 1 de marzo de 2014


El Cagada y otros cuentos. Autor: SACASAS

creative-print-ads-75EL autor de este blog ha publicado un libro, via Amazon, de  una serie de narraciones escritas a lo largo de los útimos 15 o 20 años con la única pretensión de divertir y divertirse en el libre ejercicio de la literatura. El volumen físico se consigue desde fines de noviembre por correo a través de Amazon. No había publicado el anuncio oficial en el Blog esperando a que se pudiera conseguir en versión Kindle pero ésta se está tardando en aparecer de modo que, por ahora, pondré el link para conseguirlo en papel por si alguién se anima a comprarlo y, mejor aún, a leerlo. En cuanto logre subir la versión digital lo haré saber por este medio suministrando el link respectivo. A manera de abrebocas presento aquí un de los cuentos de la edición. En Barcelona se puede conseguir contactando con el autor via E- mail: gasasol@hotmail.com.
Link para adquirir edición en papel: http://www.amazon.com/El-Cagada-cuentos-Spanish-Edition/dp/1489586776








De: Gabriel Salgarias

La Mesa


Era una obra maestra de los artífices del siglo XVII, construida en maderas importadas tratadas con esencias de la más rancia tradición. Su valor era incalculable y los expertos aún lo discutían a través de numerosas publicaciones dedicadas al ramo de las antigüedades. Toda ella recamada de incrustaciones delicadas reproduciendo escenas bucólicas de gran belleza y preciosismo en el detalle, sin hablar de las lacas orientales que cubrían todo el conjunto con infinita tersura y absoluta transparencia. Era –digámoslo de una vez- una soberbia mesa de juego, impávida ante el vaivén de la fortuna y testigo cómplice de mil intrigas palaciegas.
Sentado a ella, Mr. Perry, orgulloso propietario de tan codiciado tesoro, contemplaba con calma como sus interlocutores se destrozaban mutuamente, en una especie de subasta privada donde las cifras subían, más por salvar el orgullo que movidas por el juicio comercial. Sobre la cubierta superior de la mesa, cuatro copas del mejor vino francés esperaban con paciencia al calor de la discusión.
Mc Pherson fue el primero en darse por vencido cuando la suma ya alcanzaba varios ceros y Don Rodrigo, comenzó a pensarlo después de un rato, para rendirse finalmente ante lo irracional de la cantidad. Quedando entonces, como único postor, aquel americano insípido que todos contemplaron con displicencia al comienzo de la reunión y se hacía llamar Benjamin Johnson. Ahora, sonreía con evidente satisfacción y devolvía miradas despectivas mientras firmaba el cheque con una pluma de oro. Por consideración a Mr. Perry no mencionaremos la suma aquí.
Aplicando más la puya, Mr. Johnson se ofreció a inaugurarla inmediatamente al Black Jack, invitación aceptada, no sin reticencias, por los compañeros de reunión. Mr. Perry procedió a levantar la tapa superior del precioso mueble y depositó un mazo de cartas, nuevo, en el centro. En pocos minutos la discusión comercial, habíase tornado en alegre algarabía de tahúres entre copas de coñac y el humo azul de los habanos. El americano –curtido en Las Vegas- comenzó ganando y alardeaba de ellos mofándose de sus contrincantes. Mc Pherson, hombre acaudalado pero demasiado escoces para perder dinero sin pestañear, sudaba nervioso ante sus continuos fracasos. Don Rodrigo, magnate suramericano, contaba con incalculables medios económicos de dudosa procedencia y perdía sin inmutarse. Mr. Perry veía descender la cotización de su cheque –único patrimonio de peso en sus haberes- disimulando bien la contrariedad.
A poco, el sino del juego empezó a cambiar y, tras algunas victorias, Don Rodrigo y Mr. Perry habían logrado recuperarse a costa de del escocés, muy incómodo ya en sus faldas y al borde del retiro. El americano, sin percatarse, había perdido su ímpetu inicial ahora no alardeaba de su eficacia. Pronto abandonó el escocés enfurruscado y en un juego más, Mr. Johnson corrió parecida suerte, al perder su crédito disponible ante el dueño de casa, quien había recuperado el valor de su cheque y algunos centavos más. Los dos ganadores observaron con silencio inquisitorio al americano, que se revolvía en su asiento sin saber qué partido tomar. El orgullo herido es pésimo consejero –dicen las abuelas- y, desoyendo esto, el jugador perdido apostó……..La Mesa. Y …..¡Ay!……como el destino no repara en la justicia de sus elecciones, el pretensioso petrolero termino cediendo su último patrimonio a favor del Don. Así las cosas, Mc Pherson y Mr. Johnson, sentados tímidamente a un lado del tinglado, fueron testigos de excepción del duelo que siguió a continuación.
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Cuando ya todos se habían marchado y el humo del tabaco se diluía sin prisa, Mr. Perry con una sonrisa de satisfacción levantaba las últimas copas y antes de proceder a cubrir el hermoso mueble con su tapa superior y un paño que lo protegía del polvo. Tomó con delicadeza el mazo de cartas, que reposaba aún sobre el sitio de juego, y recordó los meses de prisión por su causa, cuando hizo saltar la banca de un importante casino en Las Vegas. Aquella vez cometió el error de no escamotear a tiempo el naipe marcado (aun así el laboratorio tardó bastante en descubrirlo). Ahora, apoyado en la intimidad de la reunión, no había corrido el mismo riesgo. Una vez cubierta la mesa guardó el mazo en su caja y lo volvió a sellar como si fuese nuevo. Luego, mientras observaba el mueble que había cambiado de manos varias veces sin moverse un centímetro, pensó, riendo entre dientes, en volverla a jugar de nuevo.
FIN

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