miércoles, 16 de julio de 2014

¡¡Ay!!….Barcino. Fotos y Texto: SACASAS


 

 

 

¡Ay!… Barcino





 A pesar de haber visto la luz en esta ciudad del mediterráneo (1952), las circunstancias me llevaron de muy niño a Colombia y sólo retorné cuatro décadas y media después. Barcelona en 2003 era una ciudad donde aún se respiraba una sana distensión, abiertos al público muchos de sus museos, parques y monumentos. La actividad artística cundía en las calles, músicos, malabaristas, actores, pintores y las salas ofrecían, también, una variopinta gama de espectáculos. Aunque la fiebre de la construcción ya venía destruyendo el patrimonio arquitectónico y monumental desde el siglo pasado, la lucha de las comunidades vecinales lo mantenía ralentizado y el paisaje urbano reflejaba la rica historia de la ciudad. En fin que me encontré una ciudad verde, grata con sus habitantes y un espacio público del que se gozaba sin excesivas restricciones y era patrimonio de la gente (como debería ser lo público).


 Poco me duró esa percepción porque el agresivo afán economicista ya estaba en camino de hurtarle la ciudad a sus habitantes y entregarla sin ningún escrúpulo a los “inversores”, y al turismo que hasta entonces convivía más o menos equilibradamente con los ciudadanos. Las prohibiciones y regulaciones fueron multiplicándose independientemente del partido gobernante de turno y, además de numerosas, rayaban en el absurdo, no vomitar, no escupir, no jugar pelota, no cantar, no tocar música, etc. Todo castigado con jugosas multas cuyo monto es totalmente desproporcionado a la infracción. Ya no es lo mismo salir a la calle, espacio público cooptado totalmente por el estado. Mientras tanto en las altas esferas del poder se planean nuevas restricciones y aumentos en las multas.
El afán de las constructoras para que se recalifiquen predios y levantar nuevos hoteles o apartamentos. O el exabrupto de tirar el interior de los edificios “protegidos” y dentro del cascarón vacío construir un nuevo monstruo de paredes de yeso. Como si la arquitectura fuera cosa de fachadas y resultando en una especie de decorado para cine que, poco a poco, se superpone a la ciudad que persiste a sus embates. No sé si al final será tan postiza que ni los turistas querrán venir. Le están quitando el corazón a las cosas.


SACASAS







































































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