El taller de Vulcano
En las profundidades del monte Etna un dios cojo y nada apuesto,
fragua las armas con que los otros dioses llenan de miserias a sus
súbditos, pobres humanos medrando sobre el planeta Terra, sometidos a
sus caprichosos designios. Le acompaña la mujer más hermosa que haya
concebido imaginación humana, la infiel Venus, pareja que reúne el amor
con el odio lo bello con lo feo, la antítesis misma. El gigante Prometeo
(para los griegos) apiadándose de los insignificantes hombres hurta el
fuego de la fragua de Vulcano y se los entrega para hacer más llevadera
su pobre existencia. Pero no será así, el contrahecho dios en
connivencia con Júpiter elabora una muñeca de barro (¿coincidencia?) a
la que este último infunde un soplo de vida y será la Pandora que
destapará todos los males sobre los ya sufridos humanos. Prometeo
terminará, como todo libertario, encadenado mientras un águila,
inmisericorde, devora su hígado.
Queda como consuelo que el fuego
está ahora en manos de los moradores del planeta, que en medio de todos
los horrores desatados por Pandora se sirven de él, no solo para avivar
los males –que no lo hace poco- sino también para imitar a los dioses en
el supremo acto de la creación.
P.D: Fotos en el taller de fundición de bronce, La Massana, Barcelona.
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