lunes, 8 de septiembre de 2014

Caminando Catalunya. Vilafranca del Penedés. Texto y fotos: SACASAS







Vilafranca del Penedés

 



Cuando bajé del tren que venía desde Barcelona esperaba que oliese a vino, o a mosto al menos, pero no, olía a estación de tren. Quizá en otros tiempos, menos asépticos que los de hoy, se percibiera este grato olor en la atmósfera de Vilafranca; de todos modos a medida que te vas aproximando el paisaje se llena de viñas a lado y lado de la carrilera, y lo primero que ves al llegar, después de la estación, son las añosas edificaciones de la factoría vitivinícola “Torres” (se hace la boca agua) y en los bares del pueblo puedes certificar la calidad del vino.










Está lo suficientemente lejos de Barcelona para no ser una desolada ciudad-dormitorio y, sin ser muy espectacular, mantiene cierta unidad arquitectónica, una magnífica catedral románica, ejemplos de arquitectura modernista (la destilería de Mascaró mi brandy ibérico predilecto), un falo de piedra muy curioso dedicado a Santa Magdalena y, callejas y plazas que se entrecruzan luminosas y orladas de la colorida arquitectura lugareña.

 

 

 

 


Llama la atención la gente, en las calles y plazas, en las terrazas de los bares, en los parques, en los comercios, llenando la ciudad de bullicio y movimiento. Tal vez en invierno no sea tan activa pero ahora, en verano, la cosa es movida.

SACASAS 













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